Al volver de su última misión, Marco Polo encontró al Kan esperándolo sentado delante de un tablero de ajedrez. Con un gesto lo invitó (...) a describirle con la sola ayuda del juego las ciudades que había visitado. El veneciano no se desanimó. (.. .) Disponiendo sobre el tablero torres amenazadoras y caballos espantadizos, agolpando enjambres de peones, trazando caminos rectos u oblicuos como el paso majestuoso de la reina, Marco recreaba las perspectivas y los espacios de ciudades blancas y negras en las noches de luna.
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